Mientras que muchos de los países centrales entienden a la tecnología como un instrumento para invadir territorios, enfrentar sociedades; en nuestro país otra es la oferta: formar parte de un proyecto colectivo en la tierra de origen, un proyecto orientado a la obtención de productos industrializados más accesibles y de calidad. Oferta que abrirá las puertas a aquellos que se fueron y que permitirá a los nuevos científicos permanecer en
El ícono emblema urbano de Tecnópolis será un paisaje, donde la tecnología crecerá naturalmente. Un suelo fértil para la innovación tecnológica, científica y artística en
Veinte células interconectadas en el terreno verde del biopaisaje manifiestan las veinte décadas de nuestra historia argentina, el Bicentenario de la patria. Con nuestros altibajos, turbulencias, logros y decepciones, búsqueda y encuentro de nuestro propio camino como Nación.
Dentro del paisaje, dos de esas células se hunden en la tierra porque representan: La conquista del desierto en 1879, con la gran matanza de miles de aborígenes, dueños históricos de la tierra y el golpe militar de 1976, con un saldo de 30.000 desaparecidos y 649 combatientes por Malvinas. Dos grandes vacíos en nuestra historia, dos momentos para no olvidar y nunca repetir.
En estos vacíos se proponen un auditorio natural al aire libre, y un espejo de agua que se integra al ecosistema construido, reflejando ambos, la intención de una memoria activa.
La célula número 21, irrumpe en la esquina de acceso al Parque Tecnópolis y nos proyecta al nuevo siglo, de la cual crecerá el árbol de la Ciencia simbolizado por nuestro árbol nacional: el Ceibo. Un futuro de ciencia, naturaleza y vida.
Sobre las ondulaciones emergen los aerogeneradores, visibles a la distancia como flores que brotan de la tierra, cuando la energía eólica es sin lugar a dudas, la fuente de energía menos contaminante. Nos recuerdan cómo el movimiento de las aspas hace funcionar la maquinaria de los molinos, la industria.
La tecnología no debe ser un factor de división social, entre los que gozan de ella y los que no. El Estado debe ser el garante del acceso a la misma desde todos los sectores sociales, con las mismas posibilidades de desarrollo.
Así imaginamos este espacio democrático, de libre acceso, sin jerarquías, en constante cambio, vivo, múltiple y dinámico, con acceso por todo el perímetro, por múltiples senderos. Una vez dentro, cada visitante vivirá a su manera el lugar, creará su propio camino, hará sus recortes de paisaje, elegirá su lugar de estar bajo una sombra…
Donde el juego será el móvil de aprendizaje, acerca de la importancia de la ciencia y la tecnología en el progreso de las sociedades: chicos corriendo, saltando, jugando al aire libre en este espacio democrático de comunicación y encuentro público.
Este mundo creado por la imaginación del hombre será un biopaisaje tecnológico, un experimento: en donde la tecnología y la ciencia operen en la misma dirección que la vida, las necesidades de los hombres y el medio ambiente, con fines pacíficos.
Este nuevo paisaje, a la vez familiar, se genera a partir de un terreno ondulado que emerge, renace, brota, conformado por rellenos reciclados protegidos por una malla de tierra fértil y césped.
El diseño del perfil en corte de estas ondulaciones remite a los ciclos de diagramas de ADN mientras que en planta se organiza en forma de células interrelacionadas, con mutaciones y variaciones de alturas y profundidades.
“Yo soy investigador, pero soy un ciudadano y un hombre político, tengo ideas y opino sobre la realidad que me rodea. Y la verdad es que la biología ha tenido mucho que ver con la realidad económica y social, del mundo y de nuestro país. Gracias al conocimiento de la estructura y manejo del ADN, no solamente se ha revolucionado la industria agropecuaria, el campo, las plantas transgénicas, la fabricación de medicamentos y vacunas. En nuestro país en particular, el tema de la soja también es una consecuencia del conocimiento de la ingeniería genética. En ese terreno hay una influencia grandísima de la ciencia en la sociedad y en la economía. Y ni qué hablar en lo que se refiere a relaciones sociales y los problemas de los Derechos Humanos, cuando el uso de la tecnología del ADN permite identificar relaciones biológicas, o sea, saber quién es hijo de qué madre y qué padre, y quién es nieto de qué abuela, cuando faltan los padres. La biología hoy puede distinguir entre un hijo adoptado y un hijo apropiado, de una manera muy certera. No es un tema de conocer la verdad individual, sino que la sociedad, como colectivo, tiene que conocer para poder avanzar.” Alberto Kornblihtt (Docente, investigador del CONICET y profesor en la UBA)
Presentes en este paisaje, la tierra que emerge, el agua y el aire; el cuarto elemento, el fuego, representa en sí mismo el cambio: un territorio al sur de la ciudad, que cargado de un pasado de carapintadas, se resignifica a partir de este espacio democrático, múltiple y vivo.
El ícono emblema de la tecnópolis demostrará una vez más que sí somos capaces.
“Estoy convencido de que a esta sociedad consumista, cegada por el mercado, la sucederá otra que se caracterizará por el hecho trascendente de que no dejará de lado la justicia social y la solidaridad (…) Los progresos de la medicina y de la bioingeniería podrán considerarse verdaderos logros para la humanidad cuando todas las personas tengan acceso a sus beneficios y dejen de ser un privilegio para las minorías.” René Favaloro (Buenos Aires, Congreso de Bioingeniería 1999)